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  1. Re-acciona

    viernes, 11 de marzo de 2011

    Hay días en los que resulta fácil abandonarse a la melancolía y agrandar los problemas. Abandonar la obligación para hundirse en la tragedia que parece deseada. Rescatar de la librería del salón ese libro de Jorge Bucay que nos dejó una amiga, y, lentamente, meter un separador en la primera página. Buscar la fórmula divina de la felicidad instantánea, recetas con las que cambiar nuestra pequeña burbuja. Los más achacosos abrirán las tapas, no sin cierto respeto hacia unas letras como cualquier otras. Son estos últimos los que, acurrucados con cara griposa, tirando de manta y sillón, abrirán despacio la portada, mirarán el índice y quizá los agradecimientos previos; no tienen prisa. No tienen prisa por despertar del hiriente sueño de la autocompasión, dionisíaco estado de pasividad. No existe la necesidad real de permutar la valentía del día a día y el cobijo de nuestras paredes.

    Y mientras los desdichados se ahogan in hac lacrimárum válle, la jornada sigue al otro lado de las ventanas. Difícil como tantas otras. Desde problemas tangentes a los que plantea el ciclo vital. Desempleo, pobreza, salud. Muerte. Pero los héroes anónimos, los de verdad, se anteponen; luchan contra los obstáculos de la felicidad. Su empleo es destruir un muro social invisible, labrar con esfuerzo y constancia caminos para su familia, para ellos mismos. Tienen que defenderse, crear una coraza. No se dejan acorralar tras la puerta de su casa. Salen con la mirada desafíante y decidida. Día tras día, año tras año, para alcanzar un pequeño o gran sueño. Para encontrar su razón de ser, y, al fin, ser los dueños de sí mismos. Para no volver a permitirse acobardar por las circunstancias.

    Vivir con la queja es común en los que menos razones para ello tienen. Quejarse de la vida o sobreponerse. Hace unos meses, elegí. Y hay días como hoy que parezco desdecirme. Life really sucks